Salud, dinero y amor…solamente?
Alguna vez con certeza, habrán escuchado el dicho o la reflexión de sabiduría popular que lo más importante en la vida es la salud, el dinero y el amor y posiblemente en ese orden. Antaño, cuando una persona estornudaba varias veces, solía decírsele de manera lúdica: Salud! Ante el primer estornudo, dinero! Ante el segundo y si no venía un tercero, con más suspicacia que deseo de restablecimiento del resfriado se le decía: te falta el amor!
Lo que de hecho, de lejos y de manera exclusiva y hasta excluyente es lo más importante es sin duda la salud. Nada puede llevarse a cabo en ausencia de esta. Nada puede disfrutarse con su pérdida. No hay motivación en la vida que catapulte un empeño si no contamos con ella.
La mayoría de las personas creemos que al sernos dada la vida, junto con ella de manera paralela e inseparable la salud va a hacerle compañía tanto como esta dure. Nada más lejano a la realidad. La salud hay que preservarla como nuestro mayor patrimonio. Y así como hacemos dinero e incrementamos nuestros bienes materiales hay que buscar incrementar nuestra salud o al menos mantenerla. Yo misma cuando he ido al médico por alguna razón y me diagnostican algo que nunca tuve, ignorante y hasta cándidamente preguntaba: Pero doctor, yo jamás tuve eso o aquello, ante lo cual el galeno me respondía: Pero ahora lo tienes.
La pregunta sería ahora cuándo debemos cuidar nuestra salud? La respuesta se cae de madura: siempre! Eso no significa no vivir, no disfrutar. Pero sí significa pensar antes de obrar. Me basta un ejemplo para graficar mi punto de vista: Cuando veo alguien fumando, me provoca asesinarlo de un solo golpe, así le ahorro la muerte en cuotas.
Ahora pensemos que sigue en la lista, el dinero o el amor? Sin duda el amor. El amor es un estado espiritual necesariamente compartido. El amor siempre se siente hacia alguien, por alguien y de igual manera es recibido. Es, creo sin temor a errar, la motivación, el impulso, el sostén y el regazo más importante para el ser humano. Basta saber, incluso menos que eso, basta recordar que alguien te ama de alguna forma para experimentar bienestar o lo que es lo mismo, estar bien. Y sea manifestado en cualquiera de sus multicolores formas, es agradable, bienvenido, nunca cae mal. Aunque siendo sardónica…hay amores que matan.
El dinero queda entonces en tercer lugar. Pero cuan importante es para la vida diaria. Cuantas necesidades satisface, cuantos problemas difiere o disminuye, cuanto alivia contar con él. Sin embargo, no es más que un medio para lograr.
Entonces queda claro. Si contamos con salud, amor y dinero estamos completos.
Me temo disentir. Dónde queda el tiempo? El tiempo es quizás a la sazón de la salud también un patrimonio que se nos brinda entero, completo, pleno y que nosotros, tortuosos mortales nos empeñamos en mal usar.
Cuánto tiempo de nuestra pequeña vida pasamos en labores que no nos son del todo gratas? Y en aras de qué propósito? Cuánto tiempo nuestro se desperdicia como el agua en el mar? Cuánto de tiempo asignamos a cada una de nuestras actividades, a cada una de nuestras prioridades? Nuestro tiempo está bien dosificado?
Veo familias que de ello tienen sólo la comunidad del apellido, nada más. Familias con hijos pequeños en las que los padres parten raudos a sus actividades casi al alba y retornan al “hogar” muy tarde por la noche. En estas circunstancias tendrán capacidad de compartir algún pensamiento, alguna alegría o alguna pena en la pareja o con los hijos? No lo creo, ya es muy tarde, hay que dormir porque hay que madrugar. Y así vamos embotellando en un pequeño recipiente ingentes cantidades. Pero eso sí, dan a sus hijos un status económico que estos “disfrutan” en absoluta soledad.
Es muy bien visto que alguien sea un “workoholic” que trabaje más que todos, que permanezca en la oficina más que todos o que inclusive si sale de ella, permanezca “conectado” a ella casi las 24 horas del día. Y si además de esto, hace deporte o va a un gimnasio, mejor. Es un ser casi completo, que sólo llega a su plenitud si tiene además una vida social activa, sea con ayuda de energizantes o de extender la noche apresando la madrugada.
Y así hecha la ley, hecha la trampa se inventan conceptos como “calidad de tiempo” que o no se entiende o suena bien pero de alguna u otra manera cubre el espacio de dar a cada quien su tiempo. Disponer de nuestro tiempo es casi tan bueno como recibir el regalo maravilloso del tiempo de otro que nos llena. No hay que comprimir o “zipear” las actividades. La tecnología y posiblemente hasta la inteligencia artificial ya pisándonos los talones, la hemos creado nosotros para que nos sirvan, no al revés.
Está garantizado que hoy es nuestro. Hoy es la oportunidad brindada. Qué mayor eficiencia que disponer de tu tiempo a cabalidad. Que mayor muestra de capacidad que definir las prioridades de la vida, tal y como estas son según lo natural. Disponer de nuestro tiempo es sabiduría. No es fácil ser un pez que va contra el cardumen. Pero dotados de inteligencia, sensibilidad y libre albedrío, algo podremos hacer para ser quienes realmente determinemos cómo usaremos nuestro tiempo.
Ya que estamos en época electoral, una propuesta por la que yo votaría a ojo cerrado sería aquella donde un horario de trabajo real sea de un máximo de 9 horas incluyendo el refrigerio. A las 7, 8 o 9 de la noche, y con el caos del tránsito, qué más se puede hacer? Si se requieren mayores recursos humanos, que existan otros turnos, pero que no se disfrace el robo de nuestro tiempo con otros nombres.
No soy aprista, pero el Presidente de la República tiene algunas frases que me parecen inteligentes, una de ellas fue que en la Constitución debería estar consignado el derecho a la felicidad. Es brillante. No es utópico. Ser feliz es un derecho tan primario y natural como el derecho a la vida, a la dignidad.
Es posible que con salud, amor, dinero y tiempo podríamos intentar ser un poco más felices y al llegar a nuestra graduación como seres humanos aprobemos por haber conseguido ser felices, que es para lo que estamos aquí. O no?